martes, 5 de abril de 2011

¡¡¡Dos nuevos!!!


Creo que estoy feliz. Lo supongo porque no creo mucho en eso de la felicidad, pero no me voy a poner a discutir sobre eso. ¡¡Me compré otro libro!! Ojo, no soy coleccionista, yo soy de las que las que los leen.

La verdad que trato de comprar uno por mes, pero esta vez no pude y me compré 2. Sí, ya sé que parece que hablara como si hubiera adquirido un par de zapatos –por cierto también me encantan, al igual que las carteras- pero compré libros. No creo que a muchas adolescentes les haya pasado como a mí, hace ya muchos años, que mi madre me dijo “este dinero es para ropa, no libros, no música”. Pero a mí me encantaban, y aun tengo ese amor por ellos.

No soy intelectual, pero tampoco me gustan las novelas rosa. A partir de esa base, puedo leer lo que sea: policiales, novelas de “mujeres frívolas”, libros de diseño, arte, biografías, semiótica, humor, ficción, no ficción, etc. Los relatos pueden ser cortos o largos. He llegado a descubrir el límite de narraciones interminables. Se puede tratar del libro de moda o un manuscrito que encontré por ahí. Cada vez que leo un libro descubro todo lo que me falta por leer.

Además, como tengo mala memoria, puedo disfrutarlos más de una vez. No es que padezca amnesia, sino que voy recordándolos a medida que avanzo, y con su relato también voy recordando anécdotas de lo que viví en mi vida a medida que la trama avanzaba.

Sólo hay una cosa que no puedo vencer: no puedo leer por obligación o por encargo.

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